Antes de nada, por supuesto, me gustaría agradeceros vuestra participación a tod@s l@s que os habéis animado a enviar vuestras historias. Sois unos pocos, pero todas y cada una de vuestras historias son maravillosas y demuestran que lleváis un gran talento en vuestro interior, así que ¡no dejéis de escribir! ¡Y gracias por participar!
Y ahora, vayamos con la ganadora. No ha sido fácil, pero al final he decidido que la ganadora de la Fábrica de Historias de Marzo & Abril es...
...redoble de tambores...
M.Nazaret
de BubuHolic
con su relato El Circo de la Luna
¡Muchísimas felicidades, M.Nazaret!
Aquí tienes tu premio. Espero que te guste.
Aquí os dejo su fantástico relato. Próximamente os informaré sobre las condiciones para la próxima edición, Fábrica de Historias Mayo & Junio.
¡Disfrutad de la lectura!
El Circo de la Luna
Madres y padres apresuraos
a
vuestros hijos e hijas esconded
bajo
llave encerradlos y no les dejéis escuchar
que el Circo ya ha llegado
y en
lo profundo del bosque sus carpas han posado...
Aun no conseguía entender el revuelo que ante sus ojos marrones se
alzaba. Parada en medio de la acera, con su bufanda agitándose por
el húmedo viento de Septiembre, y el frío colándosele por los
agujeros de su gorro de lana observaba con curiosidad como el color
monótono y sombrío de la calle se veía sustituido por una gran
explosión de colores brillantes y llamativos, una música vivaz
llegaba a sus oídos con intensidad; trompetas, flautas y tambores
creaban en conjunto una armonía que invitaba incluso a los muertos a
alzarse de sus tumbas y ponerse a bailar rebosantes de vida y de
alegría junto a todos aquellos artistas que, vestidos con los trajes
más extravagantes que podáis imaginar, anunciaban a voces su
llegada.
Mas esa alegría no parecía contagiar a todos los espectadores de
aquella cabalgata que avanzaba lenta y exultante por las tranquilas
calles del pacífico pueblo de Gray Forest.
Las personas que junto a ella se habían detenido a observar aquel
curioso espectáculo mostraban en sus pálidos rostros la más pura
expresión de terror que jamás ella recordara haber visto grabada en
la cara de alguien, sus facciones se contraían cada vez más
conforme el Circo seguía su recorrido impasible a las reacciones que
provocaba a su paso.
Por el contrario los niños allí presentes admiraban maravillados a
aquel hombre rechoncho, de pequeña estatura y con un gran y espeso
bigote negro adornando su redonda y morena cara, que traía tras de
sí un séquito de contorsionistas, payasos, traga sables y demás
personajes de lo más variopintos.
-¿Podemos ir,
mamá?¿Podemos? - preguntaban suplicantes, con ojos ilusionados.
La mueca de horror de sus madres ante tales palabras era
indescriptible, y como respuesta a sus preguntas los niños se veían
arrastrados por sus madres, padres o hermanos mayores hasta el
interior de sus casas con paso apresurado. Y así, poco a poco la
calle se fue quedando vacía, salvo por el infatigable Circo, y ella,
que, como no tenía a nadie que la llevara a casa corriendo tapándole
los ojos y las orejas no pudo hacer otra cosa que mirar absorta como
los malabaristas pasaban por delante de ella, lanzando al aire y
recogiendo sin parar varias antorchas en llamas, que provocaban en
sus rostros reflejos anaranjados.
Dio un paso atrás, temiendo que una de esas antorchas pudiera
resbalárseles de las manos y acabara sobre ella.
Uno de sus largos mechones castaños se le fue a la cara a causa del
viento, intentó apartárselo, pero se lo impidieron unas pequeñas y
frágiles manos que con fingida delicadeza se lo colocaron tras la
oreja.
La
mujer que se encontraba ante ella le sacaba apenas unos pocos
centímetros, una nube de rizos rojos como el fuego enmarcaban un
rostro fino y lleno de pecas que le daba a la joven mujer un aire
infantil, llevaba los labios pintados de rojo sangre, y estos estaban
arqueados formando una sonrisa demasiado forzada, como si alguien la
estuviera obligando a sonreír tirando de ambos lados de su cara,
resultaba siniestro, y sus ojos verdes, rodeados de una espesa capa
de pestañas del mismo color que su cabello eran hermosos a primera
vista, pero si profundizabas en ellos, te dabas cuenta de que algo
faltaba, no había en ellos esa chispa de vida. Estaban opacos,
vacíos. Sin vida. Como los ojos de una muñeca. Llevaba puesto un
mono brillante de color verde como sus ojos, que se ajustaba
perfectamente a su cuerpo, como si fuera una segunda piel. En la mano
llevaba un papel que le tendió a la joven con una pequeña
reverencia.
-Aquí tienes
una entrada para nuestro espectáculo, mi querida Rose – la mujer
tenía la voz muy aguda, casi como la de un niño y al hablar
arrastraba mucho la “S”. A Rose le recordó al sonido que hace
una serpiente, antes de devorar a su presa - El Maestro está
deseando que presenciéis su actuación. Lleva esperándola mucho
tiempo, señorita.
-Yo... ¿Cómo
conocéis mi nombre? - la voz de Rose salió como un susurro, una
exhalación, las palabras de la mujer la habían despertado del
pequeño trance en el que se había visto sumida. Se fijó en la
entrada que esta sostenía y la agarró con cuidado. Su mano
temblaba, aunque no sabía si por el frío o por la extraña
sensación de inquietud que esa mujer despertaba en ella.
La mujer de cabellos rojos como el mismo infierno y ojos de esmeralda
haciendo caso omiso a la pregunta de la joven Rose empezó a alejarse
de allí para seguir acompañando al resto de sus compañeros que ya
avanzaban calle abajo, pero antes de marchar, le susurró algo al
oído:
-Procura ser
puntual. Al Maestro no le gusta que le hagan esperar. Y por ti ha
estado esperando ya demasiado tiempo...
No entendía nada. Absolutamente nada. ¿Qué era lo que acababa de
suceder? De pie, inmóvil, situada en el mismo lugar donde en un
primer momento había sido atraída por la curiosidad, no pudo evitar
detallar aquel desgastado trozo de papel que aferraba entre sus
desnudas manos.
Su tacto era suave, tenía impreso en grandes letras doradas el
nombre del circo, bajo las cuales la imagen de una preciosa luna
llena se fundía con el rostro de un joven de alborotada cabellera
azabache y sonrisa confiada. Aquel rostro, en el que los rasgos del
muchacho aparecían difuminados por el resplandor plateado de la
Luna, le resultaba vagamente familiar, mas no sabía por qué, en sus
catorce años de vida jamás había abandonado su pequeño pueblo y
que ella recordara esta era la primera vez que el Circo visitaba su
hogar.
A punto estaba de guardar en los bolsillos de su abrigo la entrada,
cuando algo en el reverso de ésta llamó su atención, escrito en
tinta roja, algo borroso, y con una pulcra caligrafía, que le
recordó bastante a la suya propia, había escrito un nombre y a
pesar del desgaste producido por el pasar de los años, sus letras
aun se encontraban nítidas.
-William... -
susurró acariciando con la yema de los dedos el arrugado trozo de
papel.
Unos pasos a sus espaldas la alertaron, por lo que rápidamente
guardo la entrada y se giró.
De pie, tras ella, una anciana muy anciana, con la cara completamente
arrugada al igual que sus viejas manos la observaba con cierta
repulsión por su único ojo bueno. Llevaba puesto un ancho y
sencillo vestido negro que cubría por completo su frágil y débil
figura, apenas llegaría al metro y medio de altura, pues se
encontraba encorvada, y necesitaba de la ayuda de un delicado bastón
de madera para caminar; sus encanecidos y escasos cabellos los
llevaba sujetos en un moño bajo del que se escapaban algunos
mechones que se le rizaban tras las orejas.
Se acercó mas a Rose, su bastón rechinó contra el duro suelo de
piedra, se le notaba cierta dificultad al andar, ya que se movía
arrastrando los pies.
-Maldita...estás
maldita niña... - sus palabras hicieron a Rose estremecerse. Dio un
paso atrás. Aquella señora le producía temor, la mirada de rencor
que le dirigía, harían al más valiente huir despavorido. Intentó
dar otro paso atrás para alejarse de la anciana, pero le fue
imposible, ya que ésta entreviendo sus intenciones, la agarró del
brazo. Sus uñas se clavaron en la muñeca de Rose – Desde el
principio... todos lo sabíamos... ella también lo sabía... y no
hizo nada... – Rose sintió decenas de miradas clavadas en su
nuca. Miró a su alrededor. Todos los vecinos de la zona, la
observaban desde sus ventanas. Algunos con odio, otros con miedo,
algunos pocos con alivio. Y entonces Rose no aguantó mas. Se zafó
con facilidad del agarre de la anciana y salió corriendo tan rápido
como sus piernas le dieron de si. ¿Hacia dónde? Ni ella misma lo
sabía, pero tampoco importaba, solo necesitaba alejarse de todas
las miradas de la gente. Nunca le había gustado ser el centro de
atención, y esta vez no sería una excepción.
Cuando al fin notó que las piernas le empezaban a fallar, paró de
correr, tras haber recorrido más de la mitad del pueblo corriendo,
había llegado a una pequeña plaza al Sur de Gray Forest.
La plaza estaba desértica, como siempre, la gente solía rehuirla
por su proximidad al bosque, del que se contaban mil y una historias,
pocas de ellas con final feliz. Se dejó caer sobre uno de los
destartalados bancos madera y se limito a observar como el agua caía
sumisa en la pequeña y sencilla fuente de mármol blanco que
adornaba el centro de la plaza.
Recordó su infancia, su madre solía traerla a esa misma plaza. Le
gustaban los lugares tranquilos, donde poder hablar sin verse
interrumpidos por otros cientos de voces hablando a la vez. Se
sentaba al pie de la fuente, con Rose sobre sus piernas, y le contaba
una a una las leyendas del bosque. Rose se las sabía todas de
memoria, y aun así ella y su madre eran las únicas personas del
pueblo a las que no les atemorizaba internarse en el bosque. Ambas
solían dar largos paseos para recoger flores y oír los dulces
cantos de los pájaros. Y después, tras su pérdida, Rose seguía
disfrutando los paseos. Cuando estaba en el bosque una sensación de
plenitud y familiaridad la embriagaba, se sentía a gusto allí.
Echaba de menos a su madre, muchísimo. A ella, y a sus historias. Le
encantaba escucharla hablar, y su interminable paciencia para
contarle una y otra vez su historia favorita del bosque, que trataba
sobre dos jóvenes amantes, que únicamente podían profesarse su
amor en el bosque, pues el padre de ella, ya la había comprometido
con un joven de buena familia: ambos jóvenes decidieron una noche
escapar, en la entrada del bosque debían reunirse, mas ella nunca
llegó. La esperó toda la noche, pero no apareció. Preocupado el
joven, a su casa la fue a buscar y allí, la terrible noticia
recibió. En sus intento de huir la pasada noche, por su padre fue
descubierta, y éste encolerizado, bajo llave en su cuarto la
encerró. Ella, desesperada por escapar, ató todas sus sábanas y
por la ventana las arrojó, y a modo de soga estas utilizó. Pero la
desdicha acompañaba a la joven aquella noche, y una de las sábanas
ante su peso cedió, llevándose consigo la vida de la joven
enamorada.
El chico impotente, roto por dentro, y con el corazón destrozado en
mil fragmentos, fue a llorar sus penas al bosque una noche de luna
llena.
El joven con sus lamentos consiguió ablandar el corazón de la
Luna, que junto al Bosque, le ofrecieron al muchacho la posibilidad
de poder encontrarse otra vez con su amada, y éste desesperado
aceptó sin pensarlo, pues no sabía lo que eso suponía.
Una vez cada cien años, su amada renacería en algún lugar del
mundo, y si él llegara a encontrarla, ambos podrían disfrutar como
antaño. Pero hasta entonces, él debería vagar por el mundo, sin
poder quedarse quedarse durante mucho tiempo en el mismo lugar.
Condenado a vagar eternamente hasta encontrar a su amada.
Rose sacó la la entrada del bolsillo, la actuación era esta noche,
de eso estaba segura, pero en la entrada no aparecía ni la hora ni
el lugar, aunque este último se podía suponer, un hombre gordo de
gran estatura y con un espeso bigote puntiagudo había estado
pregonándolo durante todo el desfile, en el Bosque.
Dirigió su mirada al cielo, el azul ya estaba empezando a adquirir
matices más oscuros, y pequeños puntos brillantes empezaban ya a
aparecer para hacer así compañía a la luna llena, que presidía el
anochecer desde su posición privilegiada.
Quería ir. Iba a ir. Pero sin saber por qué, esto le producía una
cierta sensación de inquietud. No entendía el horror de la gente
ante aquel espectáculo, y mucho menos entendía como aquella extraña
mujer conocía su nombre, y recordar sus palabras hacía que la piel
se le erizase. La pelirroja había mencionado que el Maestro la
esperaba, pero seguramente se había equivocado de persona, no podía
ser a ella a quien buscaba puesto que no conocía a ningún
“Maestro”, pero a pesar de ser consciente de la posible
equivocación, se sentía totalmente emocionada ante la idea asistir
a la actuación.
Se levantó del viejo banco, se apartó su cabello castaño de los
ojos y con la entrada todavía entre sus manos, hundió la nariz en
su cálido abrigo y emprendió el camino hacia el bosque.
Poco a poco el paisaje a su alrededor fue cambiando, el suelo de dura
y fría piedra gris fue lentamente sustituido por la tierra suave y
húmeda del bosque. Avanzaba despacio entre los álamos de grisácea
corteza. Solo había un lugar en el bosque en el que pudiera
asentarse un circo, y ahí era hacia donde se dirigía, un amplio
claro junto al río.
Oía las hojas caídas crujir bajo sus pies, y los rayos de luna que
se filtraban de espeso follaje, le aportaban una visibilidad
perfecta, aunque no la necesitara, pues parecía que el bosque propio
le mostrara el camino, incitándola a continuar. Pronto, el viento
arrastró hasta sus oídos el alegre murmullo de la música circense.
Se estaba acercando. Se le secaron los labios, el corazón le latía
desbocado en el pecho.
Los árboles fueron desapareciendo, para dar paso al gran claro del
bosque, y justo en el centro de este, el circo había posado su
carpa, y a su lado el río seguía su curso impasible, reflejando a
la luna en sus calmadas aguas.
En la oscuridad de la noche, Rose no sabría decir el color el exacto
de la carpa, pero tampoco importaba. Se acercó, apretujando la
entrada en sus manos. Paradas frente a la taquilla dos figuras
parecían esperarla, pero la distancia y la oscuridad le impedían
distinguir al principio sus facciones, pero conforme iba avanzando a
paso tembloroso estas se hicieron más claras. Eran la mujer del mono
verde y cabellos de fuego, y aquel hombre gordo del desfile; ambos
tenían la mirada clavada en ella y le sonreían con la misma risa
forzada que ya había visto antes y que le producía escalofríos.
-¡Bienvenida,
bienvenida! - exclamó el bigotudo. En su cara mostraba una
expresión amable, pero sus ojos, negros como el carbón, al igual
que su bigote, provocaban en Rose la misma sensación de frialdad y
de vacío que la de su compañera allí presente. - ¡La estábamos
esperando, Señorita! ¡Pase, pase! - hablaba apresurado y con gran
entusiasmo, mientras la guiaba hacia el interior de carpa - ¡Oh!
¡Perdone mis descortesía! ¡Qué maleducado he sido al no
presentarme! Discúlpeme Señorita Rose, mi nombre es August, es un
placer conocerla al fin. ¡Venga Ilena, preséntate tú también!
La contorsionista que avanzaba un paso por detrás de ellos, sin
cambiar en ningún momento su expresión realizó una pequeña
reverencia y se presentó.
-Siento
no haberme presentado antes en el desfile. Mi nombre es Ilena
Makarov. Me alegra que hayas venido Rose.
-Me
presentaría yo también, pero al parecer, todos conocéis ya mi
nombre.... - dijo con cierta desconfianza ante tales personajes.
August soltó una estruendosa carcajada llevándose una mano a su
prominente panza, pero no dio explicación alguna.
La puerta de la entrada del Circo llevaba a los visitantes a un
pequeño pasillo muy bien iluminado en cuyas paredes negras se
encontraban colgados múltiples carteles de diferentes actuaciones,
algunos se veían impecables, otros parecían tener ya varias décadas
encima.
Llegaron al final del pasillo, ante ellos se alzó una tupida cortina
de seda de color agua marina que separaba el pasillo de la pista
principal del circo.
-Adelante
Señorita Rose, pase y tome asiento, el espectáculo está apunto de
comenzar – con una mano August le apató la cortina y con la otra
le indicó que pasara.
Ante Rose apareció un enorme círculo de arena que supuso debía ser
la pista. Miró hacia atrás a la cortina, Ilena y August no la
habían seguido. Así que decidió tomar asiento,en el lugar donde
deberían haber estado las gradas para los asistentes, una única
silla hacia acto de presencia; tallada en madera oscura y tapizada en
terciopelo rojo, su respaldo era más alto que ella misma y tenía
aspecto de ser muy cómoda.
Al sentarse se hundió entre el mullido asiento y se sintió flotar
en una nube de terciopelo rojo. Pasó la yema de los dedos por los
reposabrazos de madera, su tacto era agradable al contacto con su
piel.
Al poco todos las luces se apagaron, haciendo sobresaltar a Rose. Un
único foco de luz trazaba su haz justo en el centro de la pista,
cuando de repente de entre una nube de humo de matices rosados surgió
August imponente; se había cambiado de ropa, llevaba puesta una
larga chaqueta roja encima de una camisa a rayas blancas y negras.
Carraspeó antes de empezar su enérgico discurso.
-¡Bienvenidos
todos, al mayor, al más extraordinario, al inigualable Circo de la
Luna! - gritaba como si se dirigiera a un gran público, como si
cientos de personas le estuvieran esperando – ¡El espectáculo
está a punto de comenzar!¡Pónganse cómodos y prepárense para
disfrutar del más singular espectáculo que sus ojos jamás
contemplarán! - Y tal como había aparecido, se desvaneció en una
nube de humo rosa.
Una suave música de flauta empezó a sonar, y a ésta se le sumaron
otras, creando una deliciosa armonía. Una luz surgió de entre las
sombras. Ilena, llevando esta vez un mono blanco, se adentró en la
pista avanzando lenta y elegantemente. Movía su cuerpo al ritmo de
la música, parecía flotar, como si sus pies no tocaran el suelo, y
pronto no lo hicieron, como si una fuerza divina la ayudara Ilena se
alzó hacia los aires mientras continuaba danzando al compás de las
flautas. Sus cabellos parecían estallar en llamas y su traje
desprendía reflejos plateados que iluminaban la pista. Rose se
sintió en el interior de un cuento, en esos momentos Ilena le
recordaba a las ninfas de una de las historias que su madre le
contaba.
La música cambió de ritmo e Ilena se precipitó hacia el suelo
aterrizando con gracilidad, miró a sus lados, como si estuviera
asustado por el cambió repentino, y entonces, una oleada de colores
inundó la pista, todas las estrellas de la función hicieron su
aparición una tras otras, acróbatas, malabaristas, equilibristas,
contorsionistas, payasos y lo mas extravagantes animales desfilaron
ante sus ojos, creando la ilusión de estar dentro de un sueño,
parecía un pedazo de magia materializándose ante sus ojos. Los
colores, las luces, la música, la embriagaban.
Pero todos los sueños acaban, y no puedes hacer nada para evitarlo,
los artistas abandonaron la pista y esta quedó vacía, a excepción
de un muchacho, en el que no había reparado hasta entonces. Era
joven, apenas tendría unos pocos años más que ella y tenía su
vista fija en ella, y le sonreía, le sonreía de verdad, no como
esas sonrisas forzadas que ya había visto antes, y no supo como,
pero le reconoció, era el chico de la entrada, su cabello negro y su
sonrisa eran inconfundibles, pero no solo era eso, algo dentro de
ella le gritaba su nombre.
-William...
- no creyó que el joven pudiese oírla, pero este pareció
complacido al escucharla pronunciar su nombre.
Y entonces, la magia de verdad comenzó. El joven se deshizo en una
marea de palomas blancas como la nieve, y cuando Rose se quiso dar
cuenta, este había aparecido justo delante suya, tendiéndole la
mano. Sus ojos eran como dos grandes lunas y estaban llenos de
vitalidad. Rose aceptó la mano que le tendía gustosa, y en el
momento en que sus dedos hicieron contacto, el mundo a su alrededor
se esfumó, se sintió mareada, y todas las energías de su cuerpo la
abandonaron, cayendo así desmayada en brazos de aquel misterioso
muchacho.
Le pesaban los ojos, la habían recostado sobre una mullida
superficie y cubierto con una gruesa manta.
Abrió los ojos con dificultad, encontrándose entonces con unos ojos
grises que la miraban alegres
-Al
fin despiertas... - William se encontraba sentado en una silla
cercana.
-¿Qué
ha pasado? - Rose se llevó una mano a la frente mientras se
incorporaba.
-Recuerda...
Y en ese momento, los recuerdos asaltaron su cabeza, pero no solo los
recuerdos de esta noche, recuerdos mucho más antiguos que su mente
parecía haber olvidado. Se vio a si misma y a William en el bosque,
aunque este se veía algo diferente, ambos se sonreían. Recordó la
enfadada cara de un hombre que le gritaba, y más tarde a ese mismo
hombre encerrándola sola en una habitación. Sintió la angustia y
la desesperación del momento entonces recordó la caída y ya no
sintió nada.
Un grito ahogado se escapó de sus labios, William se acercó
apresurado a intentar calmarla.
-No
pasa nada... ya está todo bien...
Rose no podía articular palabra, había recordado su propia muerte,
¿Cómo era eso posible?
-Yo...
yo... - se miraba las manos horrorizada - ¿Estoy muerta...?
-No,
no, para nada – susurró William dulcemente – Estas viva, más
viva que nunca...
-¿Qué
es lo qué está pasando? No entiendo nada.... - hablaba para si
misma, sin dejar de mirarse las manos, como si fueran la cosa más
interesante del mundo.
-Shhh...
no te preocupes, con el tiempo lo recordarás todo... ahora descansa
– y delicadamente volvió a recostarla sobre la cama.
-Pero...
¿y ellos?
-¿Ellos
quién? - Rose notó la confusión en los ojos del joven.
-Ilena,
August... y los demás artistas, yo... creó que sé quién eres, y
quién soy yo... pero ellos...
-Sigues
igual que antes, Rose – el corazón le dio un vuelco al oírlo
pronunciar su nombre de aquella manera– No te preocupes por ellos
tampoco, pronto serán libres de volver a sus hogares...
-Pero...
William
le puso un dedo sobre la boca para hacerla callar, y poco a poco sus
ojos se fueron cerrando, estaba demasiada cansada, entendía poco,
pero su cuerpo necesitaba dormir.
Y si alguien por su luz ha sido atrapado
que rece
por el día en el que la joven con nombre de flor haya llegado
y así poder ser al fin liberado....
____________________________
Una historia maravillosa con una prosa muy trabajada. ¡Te llevas el premio bien merecido, M.Nazaret!
Me ha encantado ,felicidades a nazaret :)
ResponderEliminarFelicidades a Nazaret esta genial:)
ResponderEliminarEs muy chulo
Ahhh!!! ^·^ He ganado!!! Wiii :)
ResponderEliminarMe alegro muchisimo de que te haya gustado mi historia Beth!! :D
Te lo mereces, M.Nazaret :) (a pesar de que fue difícil elegir entre tan buenos relatos) ¡Felicidades! ¡Disfruta del premio!
ResponderEliminar