Después de un par de días de retraso (lo siento, es lo que tienen los días festivos), aquí os traigo el resultado de la Fábrica de Historias de Noviembre & Diciembre.
Antes de nada y como siempre, querría agradecer su entusiasmo a todos los participantes que, aunque no muchos, escriben historias maravillosas y hacen que sea muy difícil elegir a uno sólo. Así que, ¡gracias y felicidades por vuestros fantásticos relatos!
Ahora vayamos al grano.
Y la ganadora de la Fábrica de Historias Noviembre &Diciembre es...
¡Imber Fuscinae!
con su relato Amistad Eterna
¡Muchas felicidades, Imber Fuscinae!
Aquí tienes tu premio. Espero que te guste.
El tema de la primera edición de Fábrica de Historias de 2012, Enero & Febrero, será un baile de máscaras. Da igual la época (hoy en día, época victoriana...) o el lugar (Venecia, Francia...). No hace falta que toda la historia suceda durante el baile, pero el concepto ha de aparecer, como parte de los sucesos o como recuerdo. Tendréis plazo hasta el 28 de febrero para enviar vuestras historias a plumasdetinta@hotmail.com.
¡Buena suerte!
Por último, aquí os dejo el relato ganador:
Amistad eterna
El negro manto de la
noche se despidió, y comenzó a dar paso a la clara sonrisa que el
sol dedicaba cada nueva mañana al mundo. Sobre la nieve, sintiendo
el frío en sus patas, se hallaba entre las sombras hasta que la luz
lo descubrió, un corcel salvaje que aguardaba por la inminente
claridad del cielo. Estaba quieto, en silencio. Abrió los ojos y vio
sus crines ondeando al viento por la brisa que las mecía suavemente
y su mirada se clavó en una dirección. Respiró profundamente, se
alzó, relinchó con fuerza, e inició su veloz galope.
Galopaba y galopaba a
través del valle mientras sus cascos retumbaban y se escuchaban en
la lejanía gracias al eco que producían. Mientras avanzaba pudo
escuchar el canto de los pájaros, el sonido del agua del río al
pasar… pudo escuchar el canto de la vida. Un canto que sólo puede
ser escuchado cuando se tiene el corazón tan abierto como lo tenía
él.
Tras un tiempo de
marcha aminoró paulatinamente el paso hasta que se detuvo frente a
un rosal. Se quedó boquiabierto al contemplar las rosas que éste
poseía. Eran de un color rojo, un rojo tan intenso como el de la
propia sangre. Entonces, a pesar de ser un caballo, sonrió y supo
que aquello era lo que buscaba. Eran perfectas.
Se acercó al rosal y
comenzó a examinar las flores, una por una, y se decidió por una en
concreto. Era pequeña, pero parecía fuerte y saludable, y su color
destacaba por su intensidad. Se veía aún más hermosa bañada por
las gotitas de rocío del amanecer. Mordió el tallo rápidamente,
pero con muchísima delicadeza.
Se retiró, lo miró
de nuevo y volvió a iniciar su marcha, esta vez al trote. Nuevamente
se escuchó el eco de sus cascos contra el suelo. A medida que
avanzaba, su corazón se iba cargando al mismo tiempo de emoción y
de tristeza.
Comenzó a vislumbrar
más y más cerca el lugar hacia el que se dirigía. Se acercó más
y más y más… hasta que llegó a él, y se detuvo un instante para
observar. Todo permanecía tranquilo, en paz.
Inició el caminar al
paso, lentamente, hasta que llegó a la entrada. Detúvose y,
entonces, comenzó a llover. Las gotas le bañaban el rostro envuelto
en tristeza y después caían al suelo, como si estuviera lloviendo
porque las gotas querían acariciarle la piel para consolarlo con una
tierna y sincera caricia. Cerró los ojos, preparándose.
Los abrió y levantó
sus patas delanteras de nuevo, golpeando la puerta de hierro. Aquello
producía un ruido agudo, pero continuó hasta que la cerradura cayó.
Entró en la necrópolis y vio que no había nadie, salvo un muchacho
que se erguía frente a una sepultura con la lápida rota e ilegible
por el paso del tiempo. El muchacho se quedó de piedra al ver entrar
un caballo en el cementerio, llevando además una rosa en los labios.
El equino ni se inmutó y siguió avanzando hasta que llegó a la
parte antigua del lugar, siguiendo las piedras que señalaban el
camino.
Llegó hasta una larga
costana de tierra y la siguió. Subía y subía, y sus cansadas patas
comenzaban a resentirse con cada nuevo paso que daba a causa de la
frigidez. Por fin llegó a la cima, y antes de seguir avanzando
observó el sitio. Era luminoso, y también estaba completamente
mojado. El tono gris oscuro del cielo le profería un aspecto
siniestro, aunque muy acogedor y reconfortante. Dejó que la humedad
se le adhiriera a la piel y sintió un escalofrío cuando el viento
sopló.
Y entonces, la vio, y
sintió que el corazón se le detenía de golpe. Era la suya, allí,
una más entre tantas… pero era su tumba… su lugar de reposo
eterno… Allí, enterrada bajo la ahora húmeda tierra, se hallaban
los restos de la única y verdadera amiga que había tenido jamás.
Se acercó y la miró,
fijamente. Finalmente, tras unos minutos de reflexión, rompió a
llorar y las lágrimas cayeron por su rostro confundidas con las
gotas de lluvia. Se alzó por la rabia, y sus patas se movieron al
tiempo y al ritmo de un rayo que nació cuando un profundo y gutural
relincho como la noche apareció en su garganta.
Bajó y lanzó la rosa
a la lápida. Al hacerlo, se dio cuenta de que gotas de sangre
comenzaban a caer al suelo, y luego sintió el sabor en su boca. Se
había pinchado con las espinas, pero había sido tanto el amor con
el que había llevado la flor que no se había dado cuenta.
Súbitamente, todo lo
que había a su alrededor desapareció y sólo existían la tumba y
él. Se tumbó sobre la fresca hierba, y apoyó la cabeza en el
suelo. Cerró los ojos y le agradeció en silencio absolutamente
todas y cada una de las veces que estuvo ahí.
De repente sobre él,
en el aire suspendida, apareció una presencia que se acurrucó a su
lado y lo abrazó sin que él se diera cuenta. Ella le susurró algo
al oído, algo que parecía mágico, pero que no entendió y
confundió con el lenguaje secreto del viento.
La presencia se
desvaneció y él alzó la cara al cielo. Sonrió, y sintió que su
corazón volvía a bombearle la sangre con fuerza. Se sentía vivo,
fuerte, lleno de ilusión.
Permaneció allí todo
el día, acompañándola por su viaje a través de la eternidad desde
el mundo de los vivos.
Al caer la noche, se
despidió con unas lágrimas y una sonrisa. Tomó de nuevo el
caminito de piedras y al salir del camposanto inició su galope
nuevamente, pero esta vez sin destino. Dejaría que su corazón
guiara sus pasos, y no pararía hasta, como mínimo, aprender a volar
para poder alcanzar el cielo.
El muchacho lo vio
alejarse, y se preguntó cuan grande había tenido que ser ese
vínculo que los unió a ambos en una amistad tan grande y pura que
ni siquiera la mismísima muerte había logrado violar.
Siempre habían sido
amigos. Y siempre lo serían.
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Una historia increíble con una prosa excelente. ¡Te llevas el premio bien merecido, Imber!
¡felicidades!
ResponderEliminarJoder *-*
ResponderEliminarNo me lo esperaba xD
¡Muchas gracias a todos! *-*
Muchas felicidades ^^
ResponderEliminarGracias *////*
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